Amélie, durante su
infancia, creció aislada del resto de los niños por decisión de su padre,
debido a su equivocada creencia de que ella sufría problemas cardíacos. Este hecho junto con el hecho de que su madre había
sido asesinada ya que una suicida se le cayó encima, hacen que la niña
desarrolle una inusual imaginación. A su alrededor todo parece tan muerto que
Amélie prefiere soñar hasta alcanzar la edad para irse de casa. Amélie cumple
22 años y deja su casa para instalarse en un apartamento en Montmartre que se costea trabajando como camarera del
Café des 2 Moulins.
Pero el 30 de agosto de 1997 ocurre el acontecimiento que
cambiará la vida de Amélie. Tras una serie de circunstancias por el shock
ocasionado al enterarse por televisión del accidente de Lady Di, descubre tras una losa de su baño el pequeño tesoro
guardado por un niño hace cuarenta años. Fascinada por el hallazgo tiene una
idea espectacular: encontrar al dueño y le devolverle su tesoro.
Con la ayuda de su
vecino Raymond (un anciano conocido como "el hombre de cristal" por
la debilidad de sus huesos), y tras una larga búsqueda por toda la ciudad,
Amélie consigue finalmente localizar al dueño del tesoro y devolvérselo de
forma casual tras una estrategia. El dueño no sólo se emociona profundamente al
descubrir que toda su infancia estaba en esa cajita, sino que además se plantea
mejorar su vida actual.
En ese momento, Amélie
tiene una sensación de completa armonía y decide volcarse hacia los demás para
crearles felicidad en sus vidas. De esta forma, inventa toda clase de
estrategias de lo más originales y conmovedoras para intervenir, sin que se den
cuenta, en la existencia de varias personas de su entorno.
Pero mientras todo
esto sucede y nadie se preocupa por Amélie, ella se ve forzada de forma
involuntaria a examinar y valorar su vida solitaria. Este sentimiento se
agudiza especialmente tras conocer a Nino, un chico tan raro y soñador como
ella, que trabaja medio día en "el tren del horror", el otro medio en
un sex shop y que colecciona las fotos que la gente va desechando
en las cabinas de fotos. Amélie siente fascinación por Nino, pero prefiere un
encuentro casual a una presentación directa. Lo intenta varias veces sin éxito
y acaba dejándolo por imposible. Pero, finalmente, Raymond le corresponde con
la misma moneda a Amélie, incitándola a buscar lo que había dejado en un
segundo plano: su propia felicidad. Así, Amélie, acaba felizmente en los brazos
de Nino.